miércoles, 28 de agosto de 2013

Cita / Neil Gaiman- El Libro del Cementerio

Los bailarines se emparejaron de nuevo uno a uno, los vivos con los muertos. Nad alargó el brazo y se encontró mano a mano, y cara a cara, con la Dama de Gris.
La mujer le sonrió y lo saludó:
—Hola, Nad.
—Hola —replicó el niño sin dejar de bailar—. No sé cuál es su nombre.
—Los nombres no importan en realidad.
—Tiene un caballo precioso. ¡Y qué grande es! No sabía que hubiera caballos tan grandes.
—Es lo suficientemente manso para llevar sobre su amplio lomo al más fuerte de vosotros, y también es lo suficientemente fuerte para llevar al más pequeño.
—¿Puedo montarlo?—preguntó Nad.
—Algún día....—respondió ella, y su vestido de tela de araña titiló como una estrella—. Algún día, sí. Antes o después, todos lo hacen.
—¿Prometido?
—Prometido
Y en ese preciso instante, el baile llegó a su fin.

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